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EL VIEJO MOLINO

No hace mucho escribí un pequeño cuento a forma de “lección” para una persona muy importante de mi vida, quizás, por eso lo hice de una manera especial, sencilla y comprensible para él a pesar de su corta edad.

El cuento dice así…

En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no puedo olvidarme… “Consuegra” habitaban decenas de molinos que como cada madrugada se disponían a ponerse en marcha en su dura jornada, para moler esas toneladas de trigo que los campesinos llevaban hasta ellos.

Todos los molinos de viento se pusieron rápidamente al duro trabajo, todos menos uno, que por mucho que intentaba poner en marcha sus aspas, no podía. Lo intentó una, dos y hasta tres veces, pero por más fuerza que hacía, nada conseguía.

No tardo mucho tiempo para que el Viejo Molino se quedará inmóvil y en silencio, con las aspas agarrotadas y sumido en una profunda tristeza, pensando para sus adentros que ya era demasiado viejo para hacer ese trabajo; que ya no tenía fuerza para nada y, que seguramente lo cambiarían por uno nuevo que funcionara como él solía hacerlo antes.

En eso que por allí pasaba el “Águila Real” con su figura majestuosa, volando sin casi mover sus largas alas, como una nube más posada en el azul cielo.

Como todos sabemos las águilas tienen muy buena vista y desde allá arriba divisó al pobre y viejo molino inmóvil… sin pensárselo dos veces se dispuso en un vuelo en picado que le llevó en muy pocos segundos junto al Viejo Molino. Se posó en una de sus maltrechas aspas y le preguntó…

  • Molino ¿porque no estás moviendo tus aspas como cada mañana mientras todos los demás si lo están haciendo?”
  • ¡Ay! Águila Real, contestó el Viejo Molino… Qué más quisiera yo, pero por más que lo intento y me esfuerzo, no logró moverlas ni un solo milímetro.
  • No te preocupes, contestó el Águila… Yo batiré muy muy fuerte mil alas y, con el viento que produzca, tus aspas se pondrán en marcha de nuevo.

Y así lo hizo, empezó a batir fuerte, muy fuerte sus alas, pero por más fuerte que lo intentaba, aquellas aspas no se meneaban ni una sola pizca.

Enojada y desconcertada el Águila Real, se marchó graznando por no haber podido lograr lo que parecía tan sencillo para ella…

Mientras tanto, bajó en silencio, quedó el Viejo Molino hasta que al poco tiempo se empezó a levantar un fuerte viento”, que desde las alturas gritaba al Viejo Molino…

  • Molino, tu, si el Viejo Molino. ¿Por qué no giras tus aspas como cada mañana para triturar todo ese trigo que tienes a tus pies?
  • ¡Ay! “Viento de Cierzo”, contestó el Viejo Molino, no puedo, no sé qué me pasa, pero no lo logro, ni siquiera la majestuosa Águila Real, ha podido lograrlo batiendo fuertemente sus alas.
  • No te preocupes, grito desde las alturas el Fuerte Viento, voy a soplar para ti, como nunca antes lo he hecho y, así tus aspas podrán de nuevo girar y girar.

Y a así lo hizo, el fuerte Viento del Cierzo empezó a soplar y soplar, levantado todas las hojas del suelo y, todo aquello que encontraba a su paso… sopló fuerte, muy muy fuerte, pero nada, aquellas aspas parecían clavadas al suelo como por algún maleficio.

El furioso viento se marchó enojado dejando atrás de él, una limpieza tremenda de hojas y ramas, pero sin lograr su deseo de ayudar al Viejo Molino.

De nuevo la tristeza y la desolación se apoderaron de aquel Viejo Molino, hasta el punto que dejó caer un par de gotitas de aceite por las paredes curvas.

Al verlo tan triste, un pequeño “Colibrí Rojo” que pasaba por allí, le preguntó.

  • Molino, ¿Te puedo ayudar en algo para que dejes de estar triste?
  • El molino, mirando hacia abajo y haciendo un esfuerzo para divisar aquel pequeño pajarillo contestó.
  • Gracias amigo Colibrí, pero ¿cómo va a poder ayudarme un simple y diminuto pajarillo como tú a mover mis aspas, si la majestuosa Águila Real no pudo con sus impresionantes alas?… Mira las tuyas, son cortas y débiles y, además, no levantaría ni una pizca de aire, que comparado con el vendaval que originó el Viento del Cierzo no tendrían ni comparación.
  • Dejame intentarlo, grito desde el suelo el pequeño Colibrí.
  • Haz lo que quieras, respondió el Viejo Molino, total; ya que más da.

El pajarillo empezó a revolotear alrededor del Viejo Molino bajo la atenta mirada de este… iba de un lado a otro como buscando yo no sé qué… hasta que en un visto y no visto se introdujo por una pequeña grita de aquel Viejo Molino, y a los pocos instantes…se escuchó

¡Crakkkk, pom pim pan chun!

Y, como por arte de magia, las aspas comenzaron a girar como nunca antes lo habían hecho; veloces y si chirriar, como cuando era joven…

  • ¡Amigo Colibri! Exclamó el molino.
  • Lo has conseguido, es increíble, jamás hubiese pensado que lo lograrías, ¿Cómo lo hiciste?”
  • ¡Fácil!, contestó el pequeño pájaro

Tan solo había que pararse a observar por un pequeño instante y, ver que algo tan simple como es un pequeño grano de trigo que se había encajado entre los engranajes de tus aspas, estaban impidiendo que funcionara tan feliz como solías hacerlo antes… ¡solo era eso!

Y de la misma manera que aprecio aquel pequeño Colibrí, se fue, bajo la atenta y agradecida mirada del Viejo Molino, que aquel día más que nunca aprendió la lección, de que jamás debes juzgar a nadie por su tamaño o por su constitución física, ni por su color, ni por nada que le haga diferente al resto de los demás, porque cada uno de nosotros tenemos una cualidad específica que tiene un fin en esta vida y eso, nos hace a todos especiales”.

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