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Suicidio juvenil

Suicidio juvenil

Noticias recientes muestran que las hospitalizaciones derivadas de pensamientos suicidas e intentos de suicidio entre los niños/as de 9 a 17 se duplicaron entre 2008 y 2017, entre los rasgos de edad comprendidos entre los 15 y 17 años la muestra es mayo

La noticia se produce a menos de un año después de que participara en la atención psicológica por perdida repentina, a unos padres tras perder a su hija adolescente en un suicidio en un colegio de Valencia.

La dolorosa realidad es que los miembros más jóvenes de la sociedad están recurriendo al suicidio con el sostenido aumento de frecuencia, lo que representa un tsunami de angustia entre los supervivientes y un profundo fracaso social.

Como profesional de la salud mental, he visto de cerca el dolor de la depresión en adolescentes, y sé muy bien lo que se siente al confundir los signos de desesperación con los síntomas típicos de la angustia adolescente.

Este tema toca muy de cerca y a diario, a muchas familias con adolescentes y, que no saben cómo actuar.

Necesitamos urgentemente más investigaciones sobre las causas de este precipitado aumento en el número de niños y adolescentes que sienten que la vida no es digna de ser vivida.

Algunos expertos culpan a la prevalencia de la intimidación cibernética y, en ese mismo orden de ideas, los sentimientos de aislamiento y la exclusión desatadas por los medios de comunicación social.

Claramente, el número es creciente de jóvenes con necesidades de salud mental y puntos para diagnósticos, sobre todo en las zonas rurales.

Algunas de las investigaciones más rigurosas ha puesto de manifiesto que el tratamiento funciona y, que la gran mayoría de los adolescentes pueden recuperarse de la ansiedad y la depresión con una combinación de medicamentos y Terapia Cognitivo Conductual (TCC), una forma de psicoterapia diseñada para ayudar a los pacientes a crecer en su control emocional y cognitivo mediante la identificación y la gestión de los factores desencadenantes que les llevan a contemplar o llevar a cabo la autolesión.

La cruda realidad actual es que el número de profesionales de la salud mental cualificados expertos certificados en TCC es sorprendentemente baja en todo el país.

Esta brecha se explica por qué las personas con demasiada frecuencia jóvenes reciben servicios de salud mental sólo después de que su condición y siempre después de que hayan entrado en un deterioro dramático que hacen que terminen en una sala de emergencias de un hospital.

Ante estos hechos, los padres en una primera instancia son los encargados de cuidar de sus hijos durante la enfermedad y, se recomienda actitud positiva, ya que sus hijos están luchando para sobrevivir a la enfermedad de la depresión, o una enfermedad mental que los hacen considerar poner fin a su propia vida.

En este duelo, entran aspectos ambientales tales como la propia escuela, la familia, las presiones sociales, los grupos de pares, las hormonas y, sobre todo, cuerpos cambiantes que pueden plantear serios desafíos.

Ahora imagina lo que debe ser librar esa batalla como una persona joven, sola, sin hogar, sin un adulto para guiarle, sin amor y, sin nadie que se preocupe por él por ella…

Hay mucho de qué preocuparse en referencia a los jóvenes con familias desestructuradas (en comparación con su grupo de pares con un techo seguro sobre sus cabezas, los adolescentes sin hogar son tres veces más propensos a intentar suicidarse).

Un estudio realizado en el año 2016 con adultos mostró que las tasas de pobreza tienen una alta correlación con las tasas de suicidio y, la recientes investigaciones también han demostrado que la tasa de suicidios casi se duplicó en el colectivo LGTB de adolescentes; lesbianas, gays y bisexuales…

Necesitamos servicios más completos de salud mental para los jóvenes, pero eso no ocurrirá hasta que no saquemos a la luz pública este gran problema y, abandonemos el estigma que nos mantiene en un susurro y comencemos a hablar en público sobre la prevalencia de la depresión y la ansiedad.

No vamos a curar lo que no podemos ver

Se lo debemos a los jóvenes que ya han perdido sus vidas y, a los que están pensando en abandonar su lucha por vergüenza o por culpa y, hacer crecer una cultura paliativa para esta enfermedad. 

  • Si conoces a un adolescente que puede estar experimentando depresión, es crucial para él o ella buscar ayuda psicológica…
  • Si cree que su hijo puede querer poner fin a su vida, es el momento para que tome medidas, pregúntele directamente, y de ser así, póngale de inmediato en manos de un profesional de la salud mental “No sólo esperar que todo sea una mala etapa y que va a mejorar”.

Tómalo de alguien que ha sido testigo del milagro de la recuperación de la depresión en muchas personas jóvenes en los últimos años y, todo ello con tratamiento psiquiátrico y psicológico, sumado al amor que solo saben dar unos padres.

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